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La voz de alarma la han puesto los pescadores. Desde hace algún tiempo es frecuente ver sobrevolando los ríos abulenses a bandadas de cormoranes, un ave migratoria fundamentalmente marítima, que hasta hace unos años solo era habitual su presencia en las costas de los mares. Se apunta a su introducción en el territorio interior como una de las causas del descenso del número de truchas en los ríos y para evitar este daño, las sociedades de pesca proponen la posibilidad de regular su población, clasificándole como especie cinegética. Para los pescadores no es suficiente que el cormorán fuera en su día descatalogado como fauna protegida, por lo que piden que se tomen las medidas adecuadas dado que su proliferación puede acarrear la desaparición de la fauna de los ríos, donde encuentran un auténtico festín gastronómico para sus bocas.
Se estima que la dieta diaria de un cormorán es de entre 400 y 450 gramos, necesitando pues la caza de buen número de peces fluviales, con el consiguiente daño para la fauna piscícola. La gran envergadura del cormorán –llega a medir metro y medio con las alas desplegadas- le obliga a tener que secar su plumaje en cada inmersión en los ríos, de la que no solo extrae peces sino que en el proceso de secado se pierden elementos característicos del fondo fluvial que quedan depositados en sus plumas, como larvas, pequeños peces y otros habitantes del río.